sábado, 28 de agosto de 2010

Cuentos de tríos

Cuentos de tríos.

Desde Adán y Eva y la serpiente, hasta Woody Allen y Mia Farrow pasando por el patriarca bíblico Abraham, su esposa Sara y su criada Agar, el ménage à trois es una parte muy importante de la historia del amor humano.

La relación triangular sucede en el momento en que uno de los miembros de la pareja se relaciona íntimamente con otra persona y no puede dejar a ninguna de las dos. Habría aquí una ambivalencia de sentimientos a la hora de elegir por una o por otra.

El triángulo amoroso ocurre generalmente, cuando uno de los miembros busca un complemento, más que un sustituto para su actual pareja. Por tradición, la mujer rara vez comienza el triángulo amoroso, pero tiende a mantenerlo una vez que se inicia.

Hay una vasta literatura que tiende a presentar las relaciones triangulares como un infierno que devora las pasiones y aniquila emocionalmente, a sus integrantes, fundamentalmente, a quien inició esa relación. Las fotonovelas de otra época, el teleteatro, las comedias y la literatura sentimental tienden a demonizar cualquier atisbo de relación triangular hasta la obsesión. Especulan con este hecho para un público adicto, que mientras le excita la idea, por el otro lado, le teme. Pierden de vista otros aspectos también ligados a las relaciones triangulares; la poliandria femenina, la poligamia masculina y la bisexualidad de cualquiera o de ambos. Suelen presentar las cosas como si entre las tres personas nadie hubiera tenido el valor de conversar la situación y clarificarla, hablarla y fijar cada uno sus límites en ese triángulo. Lo plantean como algo que deviene quedamente bajo un consentimiento mórbido de carácter masoquista; como un "laissez faire, laissez passer", una suerte de dejar hacer, dejar pasar y se va dando el triángulo entonces, como sin querer queriendo, hasta que al final están envueltos en una situación que anímicamente, los liquida como personas. Especulan con esto porque en realidad, lo que genera morbo no es que el tercero sea masculino o femenino, sino que exista un tercero en la relación. La presencia de una tercera persona plantea una serie de cuestiones conflictivas que deben ser conversadas previamente, en el caso de que se busque este tipo de inclinación sexual.

Es en este terreno en dónde en verdad opera el tercero excluido de la lógica aristotélica. Lo vemos en, prácticamente, casi todos los temas que la sexología ha ido abordando y que el cuento erótico plantea destrabando y abriendo una nueva y más amplia comprensión de estos temas. Según la mentalidad aristotélica, se es masoquista o sádico, el sado‑masoquismo es algo conflictivo, muy difícil de determinar; se es voyeurista o exhibicionista; que los voyeuristas sean también exhibicionistas es algo crítico para el análisis; se es heterosexual o gay; que se dé la bisexualidad en cierto tipo de gente, ya genera dificultades de comprensión y están quienes la niegan; no pueden concebir que existan personas que mantienen, indistintamente, relaciones con ambos sexos.

Con las relaciones triangulares ocurre algo similar; el tercero en discordia es el tercero excluido.

La relación erótica triangular tiene esta característica que le es connatural: rompe la regla única del amor según la cual éste es algo que sólo se hace entre dos. Ninguna pareja se forma en su inicio de a tres, sino que la primer conversación importante que tuvieron no bien formalizaron la relación fue ésta, precisamente. Con palabras muy honestas o muy falsas se juraron amor recíproco y buscaron unir sus destinos personales a un avatar en común y compartido. Cuando aparece un tercero y se lo acepta, se presume, por ende, que esa relación hizo crisis; perdió las motivaciones iniciales y a partir de ese momento queda todavía una unión, pero atada con alfileres.

Aquí es donde la vida, por lo general, se muestra reacia a cualquier esquematismo. La relación puede ir a un colapso o por el contrario, renacer. No hay una fórmula válida, solo por haber roto la regla única del amor.

Desde el punto de vista del desarrollo evolutivo, el primer triángulo fue el familiar: padre, madre, niñ@. Esa es la primera configuración triolista de la que cada cual tiene noticias. Inicialmente uno de ellos se siente marginado, por lo general, el padre o el hij@, puesto que la madre es quien centraliza la situación y regulariza la realidad instintiva de la pareja. Con el tiempo esta situación se transforma.

Cuando una persona conoce a otra, ya sea de su mismo sexo o del opuesto, lo que tiende a efectuar es una reproducción del vínculo inicial. Así, vemos mujeres que tratan a todo el mundo como si fuera su hermano; hombres que se desviven por humillar a un marido, como un niño chico rivalizando con el padre o el padrastro. Mujeres que tratan como si fuera su hija a cuanta mujer conocen y demás. La tendencia humana es a reproducir activamente todo aquello que en la infancia fue vivido pasivamente. La búsqueda de las relaciones triangulares tiene un carácter diferente en cada caso, dependiendo de lo que fue el primer triángulo infantil. Es así que existen hombres que se sienten alagados cuando otro les elogia lo bonita que es su esposa; como un niño chico que se pone contento cuando le dicen: "¡Qué linda es tu madre!". Esa es una clave importante para entrar en una relación triangular; que el miembro masculino de la pareja, no se sienta desplazado, sino antes bien, honrado. En eso la mujer suele ser más inteligente que el hombre; cuando ella entra en una relación triangular con una pareja, lo primero que hace es conversar con la otra mujer y hacerla sentir bien en la relación. Jugar el rol de tercero de modo que les resulte placentero y grato a ellos, no es fácil; porque paga tributo al tipo de tercero que fuimos en nuestra infancia con nuestros padres.

Cada vez que aparece un triángulo en la vida, más allá de qué lugar se esté ocupando allí, hay un mensaje acerca de las dimensiones personales que no se reconocen o se han vivido. Hay triángulos que son una forma compulsiva de repetir el primer triángulo infantil, pero hay otros que significan lo contrario; son la búsqueda de vivir experiencias que se han desechado hasta ese momento y se presentan como una ventana de oportunidad para una constelación de sentimientos nuevos. Las relaciones triangulares pueden tanto reproducir una dinámica infantil de relación repetitiva, en dónde de lo que se trata es de resolver el conflicto original con los padres o bien activar la conciencia y posibilitar ver que es lo que ocurre internamente. No es nada improbable que la necesidad del triángulo responda al hecho de que las tres personas tengan planteada la misma situación no aclarada, ni elaborada de la infancia; que los tres hayan tenido figuras paternas que representaban los extremos opuestos; que esas polaridades no estén resueltas en ellos mismos y que cada uno signifique para el otro un aspecto de su imagen de los padres.

Es aquí, precisamente, en dónde la lógica aristotélica –según la cual algo no puede ser y no ser al mismo tiempo, sino antes bien o es o no es‑ colapsa. Cada parte del trío trae un aspecto de las imágenes parentales que es igual y un tanto distinta y en donde, el tercero en discordia, deja de ser el tercero excluido y enriquece el vínculo.

Caso aparte, pero ligado a éste, es el de aquellos que han tenido una separación de los padres. Los padres se separan, pero los hijos, no, y éstos deben enfrentarse a lealtades divididas desde edad temprana. La separación libera en la criatura un conjunto de emociones primarias que conducen a un afán de venganza, especialmente si fue provocada por un triángulo. El niño cuando ve que la madre le es infiel al padre, suele pensar que de ahora en adelante, el segundo disponible es él. Siente el hecho como una victoria sobre el padre, pero un triunfo que lo lastima moralmente, porque en esa situación mañana puede estar él también, colocado. Aquí es el padre traicionado el que tiene más poder sobre el niño, por la compasión que logra provocar en él. Posteriormente, un triángulo puede ser inevitable, puesto que cuanto menos consciente se es de los sentimientos hacia el padre amado y perdido, más posibilidades existirán que emerjan luego, en una relación adulta. Esta situación es muy fácil verla desde afuera, pero muy difícil cuando se está implicado en un triángulo afectivo y no se es consciente del material reprimido que moviliza.

Una de las causas que conducen a que se busque otra persona por fuera de la pareja; puede ser que se haya dejado de amar a la propia o bien puede significar otra cosa diferente. Cada persona que se conoce desata en la estructura anímica interna de cada uno, actitudes y pautas de relacionamiento distintas. No se es el mismo con un profesor, que con un hermano; con un comerciante, que con un galeno; con una recepcionista, que con una compañera de trabajo. Cuando se conoce a alguien, internamente se movilizan fuerzas que cambian el modo de vinculación. Suele ocurrir en la pareja que se siga amando a la misma persona, pero de una forma desigual a lo que se puede sentir por otra. Una de las causas por las cuales la infidelidad resulta ser tan satisfactoria es precisamente ésta: el otro/a tiene una significación para el vínculo que se entabla, que viene a suscitar una nueva posibilidad de satisfacción interpersonal.

Este hecho –el de comportarse de un modo variable según la persona que se conoce‑ se lo ve con perfecta claridad en la infancia. No es igual la pareja entre ellos cuando conversan, que cuando hablan con su hijo; ni son los mismos los tres, cuando aparece un familiar. No es simétrica la relación que el menor entabla con el padre, con la madre o con los abuelos; incluso cambia también la manera de relacionarse con los abuelos paternos y los maternos. Tampoco es igual la relación con los hermanos. Cada persona no solo significa algo particular, sino que demanda en la disponibilidad anímica que se tiene, actitudes también, diferenciadas.

Cuando esa tercera persona entra en el vínculo las cosas cambian de naturaleza y la estructura anímica interna de cada uno de los tres vive un renacimiento de aspectos hasta entonces ignorados. En el Río de la Plata, por ejemplo, la mujer cuando tiene hijos ya no se reconoce a sí misma más que como madre y tiende a infantilizar la relación con el marido; deja de visualizarlo como hombre y lo trata como un hijo más. No es aquí que el vínculo haya perdido su mística y pasión inicial, sino que cambió en su naturaleza intrínseca. Al existir como exclusivo rol de mujer, el de madre y negar en la otra parte todo aquello que no encaje con el rol de padre, se generan insatisfacciones que a la larga conducen a la búsqueda de un tercero/a. En otra época, era un signo de poder social y de estatus que un hombre mantuviera a una querida, hoy es casi imposible: por lo oneroso –el orgasmo infiel es el más caro de todos‑; porque nadie quiere lastimar al otro, y porque a ninguno le sirve jugar de tercero a las escondidas; la insatisfacción afectiva generada por una especie de amor imposible conduce a que se haya tornado muy rara esta situación. Más frecuente, por ende, suele ser, que al tercero/a, se lo acepte en la pareja. Es, por lo menos, más leal y también, menos oneroso.

Una falsedad al respecto es dividir el triángulo amoroso en tres partes y pensar que hay un traidor, un traicionado y un instrumento de la traición. Los que viven relaciones triangulares si no saben a dónde están apuntando con lo que hacen es porque tienen un punto ciego interno muy grande; Si alguien se siente traicionado es porque no quiere asumir su homosexualidad latente; ninguno traiciona a nadie; cada cual va hasta dónde el otro se lo permite; y tampoco se da que alguien sea un instrumento de la traición; existe uno que es muy deseado, porque el deseo‑del‑otro maximiza el ardor pasional en la relación.

Existen triángulos infantiles en dónde el tercero –el niñ@‑ sufre una derrota en la infancia, que hace que un sentimiento de inadecuación y una herida narcisista, lo acompañen cada vez que reproduce un vínculo amoroso. La tendencia de la criatura es a culparse a sí misma; a sentirse responsable de lo que ocurre y, no es nada improbable que luego en la vida lo acompañe la "sensación", el "presentimiento" de que no ha de poder conservar su pareja, porque siempre existirá un rival "más listo" que lo desplazará. Esta constelación infantil además, generó un conjunto de limitaciones que se expresan como mucha vida no vivida, implorando su expresión. Es aquí en dónde aparece el Otro, como el destinatario privilegiado del lugar en dónde se suelen encontrar trozos ocultos, partes ignoradas, pedazos perdidos en el tiempo, de uno mismo. Este afán interior de convertirse en otra cosa mejor a lo que se ha sido hasta entonces, suele iniciarse con una súbdita atracción; un raro enamoramiento inexplicable

Si una mujer, pongamos por caso, tiene una hermana que es una rival a quien no pudo aventajar, y de quien ha vivido una dolorosa derrota durante su niñez, la auto‑confianza en sí misma puede encontrarse menoscabada. Dado que carga con una alta inseguridad personal, tampoco confiará en otras mujeres. Todas ellas se le aparecerán como aventajándola y quitándole lo que más ama. Esta suspicacia hacia el mismo sexo puede llegar a ser obsesiva. Si llega a tener una buena amistad con otra y luego conoce a un hombre y mantienen una relación, una de sus interrogantes personales bien puede ser acerca de cómo le presenta su pareja a la amiga. La vivencia de temor, recelo y suspicacia puede prepararla para lo que quiere evitar. Son esas personas que parece que llevaran un cartel en la frente que dijera: "Estoy disponible para ser humillada.". No es nada improbable que sus amigas también tengan conflictos mal resueltos con sus hermanas. Lo mismo es válido para el hombre. Si un individuo ha vivido una situación de rivalidad feroz con su hermano, entonces, no es nada improbable que en cualquier relación en la que se comprometa, el sentimiento de competición ha de estar presente, dado que los otros hombres potencialmente siempre se los puede ver como contendientes. Son esas personas que están todo el tiempo en guardia, con las antenas paradas y alertas a la más mínima señal de menosprecio, de humillación. Estos no son los celos clásicos, puesto que hay toda una estructuración formada con raíces diferentes al mero sentimiento de posesión de otra persona.

La triangulación aquí es coherente con la situación: En la pareja, siempre hay alguno de los dos que le impone al otro sus determinantes y lo subordina. Tras la inicial lucha de sexos, al final, la solución de compromiso toma la forma de un pacto instintivo. Quien somete "amorosamente" al otro es quien fija los límites y también los paradigmas del triángulo, en caso de que ésta situación llegue a darse. Una mujer como la descrita, signada por una poderosa rivalidad con la hermana, en el caso de ir a un triángulo, no visualiza en el hombre peligro alguno para la relación, sino que, más bien, lo que no puede tolerar, es a otra mujer. Un hombre como el descrito, que tuvo una infancia de competitividad con el hermano, en el supuesto caso de ir a un triángulo, no ha de ver en la mujer algo que comprometa el vínculo; no percibe allí peligro instintivo alguno, aunque tenga relaciones sexuales con ella. Esto demuestra, que los tríos existen, porque ambos miembros de la pareja, por razones inversas, ven con buenos ojos a ese tercero específico. Si ambos tienen la misma razón; si ella no tolera una mujer y él, no puede relacionarse con otro hombre, sencillamente, no existe la posibilidad de un tercero.

Cuestión distinta es la morbosidad masoquista de aquel o aquella que trata de reiterar en la pareja, la situación mal resuelta de la infancia reviviendo de un modo compulsivo las escenas y realidades primarias; es una forma de reeditar lo mismo, como queriendo que ahora las cosas puedan ser diferentes al pasado. No es nada improbable que aquí, para quitarles aquel sinsabor que viene de otro momento; de otra configuración anímica personal, la triangulación tome un carácter netamente sexual. Es una forma de transgredir aliviando la carga emocional contenida. La sexualidad, en este contexto, opera como una catarsis que alivia la pasión conduciéndola a su consecución y descarga; en cambio el conflicto infantil, sigue permanentemente planteado en el plano emocional. Así como en otra época existían sublimaciones de lo sexual a lo emocional, sentimental y estético, parecería que una tendencia propia de nuestro tiempo –registrada minuciosamente por los cuentos eróticos‑ fuera desublimar lo emocional, buscando un alivio en la descarga catártica sexual.

La descarga sexual de la tensión generada, trasladada y contenida por el triángulo es lo que posibilita liberar potenciales internos y entablar contacto con las zonas no exploradas, ni reconocidas de nosotros mismos. No existe movimiento sin imagen. A lo que se podría agregar que tampoco existe resolución del fantasma interior, sin movimiento.

La integración anímica y emocional es la base de todos los triángulos. En ellos interviene una combinación variable de tres cosas fundamentales:

· Masoquismo‑sadismo

· Voyeurismo‑exhibicionismo

· Bisexualidad (manifiesta o latente)

Estaría faltando una palabra para definir estas tres cosas y poder visualizar el sado‑masoquismo, el voyeurismo‑exhibicionismo y la bisexualidad latente o manifiesta al unísono como una sola cosa. En realidad éste es el verdadero triángulo interno que se proyecta luego en el exterior y que busca en el Otro, la integración de la personalidad. Hay algo que pide ser vivido y busca el modo de lograrlo.

El relato erótico de los tríos suele tomar un carácter eminentemente sexual. Así como el cine francés de los años '50 jugaba con el ménage à trois desde un punto de vista que movilizaba la morbidez masoquista en una suerte de mortificación interna, en dónde el Otro tenía algo que al marido le falta; algo de lo cual se carece; el relato erótico por Internet, por el contrario, está basado en el candaulisme o placer de ver al otro miembro de la pareja mantener relaciones sexuales. Hay, en este sentido, un relato publicado en http://groups.msn.com/Espososcornudos/fantasiasexuales.msnw, por duroysuave30 que es el más indicado para entender el triolismo como pulsión instintiva. No fue pensado como un cuento, sino como una confesión personal, para poder entablar contacto con otros que compartan su criterio.

El relato

"Mi fantasía es invitar a un buen macho a mi casa, para que se deje acariciar y lamer por mi novia en mi presencia muda, mientras yo me masturbo en las sombras.

Mi novia es una pendeja flaquita hermosa, que antes de ponerse de novia conmigo había salido con un flaco que, me consta, está buenísimo. Es alto, practica muchos deportes, así que tiene un cuerpo bárbaro, y encima está forrado en plata, así que se viste bien, anda en un autazo y se da lujos que la gente común no puede.

Bueno, para ser sincero, siento por él una mezcla de envidia y admiración, sumada a los lógicos celos de saber que se la volteó a mi Paola cuantas veces quiso (y conociendo a mi novia, me imagino lo bien que la habrán pasado), y la no menos lógica sensación de rivalidad natural entre dos machos que han conocido a una misma mujer.

Es en este macho en quien pienso para que se vuelva a dejar franelear por Paola. Sé que los dos lo van a disfrutar, porque es un reencuentro que yo sé que los dos anhelan, aunque a duras penas ella se anima a reconocerlo.

Yo la amo, y quiero verla gozar, frenética, con la verga bien parada de un macho que le gusta. Así que lo invitamos a tales propósitos y, por supuesto, él acepta encantado.

Suena el timbre el día y a la hora señalados, y bajo a abrirle. Su sonrisa de superioridad me obliga a bajar la mirada. Es altísimo, una cabeza más que yo, como dos cabezas más que mi noviecita. Mientras subimos en el ascensor, sin intercambiar palabras, no puedo dejar de pensar en el pito que debe tener. De reojo, le miro el bulto.

Entramos, yo primero. Paola, vestida con un pantaloncito de tela muy delgada y suelta, pasa corriendo a mi lado entre grititos de alegría y corre a colgarse de su cuello, como si fuesen dos primos queridos, como si yo no estuviese. El también la abraza. Permanecen unos segundos callados, mirándose a los ojos, apreciándose mutuamente después de varios años. Finalmente, y sin decir una sola palabra; él inclina su rostro hacia el de Paola, y se besan muy dulcemente.

El plan que habíamos pensado era cenar; beber unas copas, y después que Paola empezara a calentar a su ex, bailándole, acariciándolo; mientras él, inmóvil, la dejaba hacer.

Pero este turro, apenas entró, tiró a la mierda mis tontos planes, porque sin dejar de besarla, la levantó, pasó las piernas de ella alrededor de su cintura, y se sentó con ella encima en mi sillón.

No supe que decir; me quedé parado como un imbécil; mirándolos; mirando cómo él le empezó a sobar la cola, las tetitas, el cuello, y cómo ella le lamía los labios, le desabotonaba la camisa y le chupaba los pezones; mientras él le metía un dedo grandote en su vagina.

Me siento al lado de ellos y ante la evidencia del placer de mi novia, no tengo otra opción que reconocer que ella se lo va a coger de nuevo, rompiendo nuestro trato, que sólo implicaba masturbarlo a lo sumo y agachándome a espaldas de mi novia le empiezo a lamer el culito. Le saco los pantaloncitos y entonces escucho la voz de su ex ordenándome que le baje los pantalones. Lo hago. Sigo lamiendo a Paola. Peor ahora; la verga de este flaco está cerca, peligrosamente, cerca de mi cara. La tiene super parada y es enorme. La agarro y la refriego contra los labios mojados de mi amada novia. Ahora entiendo porque ella se entrega de esa manera: yo también lo haría si fuese mujer.

En una de esas, la super pija, roza mi labio inferior. Me paso la lengua y siento un gustito salado. En otra, el pitote queda pegado a mi mejilla, y entonces no tengo excusas ni remilgos: abro la boca y chupo la misma verga que ya antes chupó mi novia, en una ceremonia de iniciación que me provoca una erección plena, como hace mucho que no disfruto. Paola quiere coger, y se lo hace saber moviéndose arriba y abajo. Entonces este guacho me corre la cara y le mete la cabezota, despreciando mis besos y lamidas; cagándose en mi sumisión. Paola gime; ronronea como una gata; pone los ojos para atrás; se muerde el labio inferior; mientras mira a su ex con una cara de loca y puta feliz de cogerse un macho, y se sienta, despacio pero firmemente; mientras yo observo, y su varón se deja coger.

Quiero que él se quede toda la noche. Quiero que se la coja toda la noche, y que se la coja en cada habitación de la casa. Quiero que cojan en mi habitación; mientras yo duermo al pie de la cama como un perro, si es que deciden dejarme mirar.

Espero que les guste a cornudos, corneadoras y corneadores. Si quieren comentarme algo, pueden hacerlo a duroysuave30@hotmail.com"

El Análisis.

Estamos en presencia de un cuento simple, sencillo, elemental que si algo lo caracteriza desde el punto de vista literario es la ausencia de cuerpo. Es una estructura argumental carente de los otros elementos que le son connaturales a un cuento. Mientras la tendencia general del cuentista suele ser agregarle al cuento demasiada minuciosidad descriptiva, aquí lo primero que llama la atención es la ausencia casi absoluta de caracterización de los personajes y de las situaciones. Eso lo torna esquemático, pero a su vez ofrece en su deferencia una enorme ventaja frente a otro tipo de relato: va derecho al punto exacto de la comprensión psicológica que el tema requiere.

Está, como se puede apreciar, el argumento y la sinopsis; falta el tratamiento, el armado, el cuerpo, para convertir este texto en guión cinematográfico o cuento. Eso es, justamente, lo que nos permite ir directamente y sin rodeos, al fondo de la comprensión de lo que ocurre.

Como suele ocurrir en todos los relatos autobiográficos, el escritor mantiene el hilo en primera persona y cuenta algo que le ocurrió. Aquí en cambio si bien mantiene la estructura del relato autobiográfico cuenta algo que quiere que le ocurra y que cómo veremos más adelante puede ser real. El hecho de que sea realidad o no es completamente secundario a la valoración del cuento en sí como literatura, pero no es irrelevante desde el punto de vista de la comprensión del individuo que escribe. Es muy difícil determinar si lo que el texto nos dice es realidad o fantasía, cuestión ésta que hace a todos los cuentos eróticos.

Entrando en el tema propiamente dicho, el escritor se nos presenta como voyeurista.

"Mi fantasía es invitar a un buen macho a mi casa, para que se deje acariciar y lamer por mi novia en mi presencia muda, mientras yo me masturbo en las sombras."

La distancia entre voyeurismo y masoquismo es muy débil puesto que le estamos poniendo palabras a un fenómeno subjetivo interno para el cual caben infinitas formas de expresión. Una "presencia muda", "en las sombras", habla de las dos cosas, tanto del masoquismo moral como del voyeurismo; aspecto poco comprendido por la sexología analítica que tiende a clasificar cada comportamiento, pero a no ver su ligazón con la pulsión que gobierna el movimiento instintivo.

La novia, según nos dice, había salido con "un flaco que, me consta, está buenísimo.". Como se puede apreciar, lo infrecuente del hecho de que un hombre diga que otro hombre está buenísimo, habla a las claras de una fuerte tendencia bisexual latente. Que lo latente no es la homosexualidad reprimida sino la bisexualidad es lo que hay que demostrar, justamente, a través de este excelente e ilustrativo relato.

Si se observa detenidamente la presentación hasta aquí, lo que vemos es:

· 1º) Masoquismo moral.

· 2º) Voyeurismo

· 3º) Bisexualidad –u homosexualidad, cabe esa duda- latente.

La definición del ex novio, también es llamativa puesto que se aproxima más a la visión del gigoló, proxeneta o cafishio, que a la del simple bisexual u homosexual latente. Es lo que le da real autenticidad al cuento y lo aparta de la mentalidad swinger, con la cual, por lo general, suelen estar concebidos los relatos de tríos, cuando se sabe que ellos, no gustan de un tercero masculino y ven en todo hombre solo, un peligro instintivo para la relación. El relato aquí se maneja en el terreno en que el swinger clásico se siente agraviado si se lo dicen, aunque todo lo conduzca a eso. No porque el swinger quiera, sino porque directamente las cosas lo conducen hacia allí; más tapadamente, obviamente, pero de todas maneras similar, y que podríamos definir como, de sexo por favores.

Aquí no se llega a tanto, pero se abre la puerta a la impresión subjetiva –verdadera intuición del escritor- del trasfondo motivacional que tiene el tema en sí. Es claro al respecto, el ex novio de su novia es un hombre que "está forrado en plata, así que se viste bien, anda en un autazo y se da lujos que la gente común no puede". Dicho sin inhibiciones ‑como una mujer cuando define su príncipe azul‑ le da un carácter especial al relato, porque lo que se está buscando no es simplemente, la realización de una fantasía que es de difícil concreción, sino plantearse desde el arranque todas las concomitancias que una cosa a la larga suele tener. Como decía Ortega y Gassett: "Queremos las cosas, pero no queremos sus consecuencias". Aquí en cambio es al revés: tiene el relato la autenticidad de asumir primero las consecuencias.

Evidentemente, pone el dedo en el ventilador y es admirable su relato por la claridad y la limpieza conceptual que tiene: Toca los tres puntos que agravian al swinger típico: Prostitución, infidelidad y bisexualidad masculina y eso lo convierte, a este texto, en una pieza magnífica para comprender el trasfondo de una pulsión masculina.

Se podría decir mucho más de ese párrafo, pero a los efectos de este análisis primario es importante considerar el desenvolvimiento de la dinámica del texto. Desde el hilo que conduce al relato, lo que el autor nos está haciendo ver es la necesidad de tener un amigo que sea un macho Alpha, un macho dominante.

Este comportamiento hoy en día se va volviendo masivo en la gente joven, fundamentalmente, porque estamos en presencia de una generación de hijos de padres divorciados y por ende, tanto él como ella precisan un padre. Ese hombre es definido por el escritor como alguien por quien siente "envidia y admiración", "sumada a los lógicos celos de saber que se la volteó a mi Paola cuantas veces quiso (y conociendo a mi novia, me imagino lo bien que la habrán pasado), y la no menos lógica sensación de rivalidad natural entre dos machos que han conocido a una misma mujer". Cualquier padrastro sabe al leer esto delante de qué persona se encuentra y cuáles fueron los conflictos que tuvo que enfrentar: pocos hombres tienen el coraje de ser padrastros: si se hace abstracción de que nos está hablando de la novia y no de la madre se entiende el trasfondo de una pulsión instintiva que conduce ante otro hombre a sentir: envidia y admiración, lógicos celos, y lógica sensación de rivalidad natural entre dos machos, y en ese orden.

Hay una cosa que se llama la ruptura del vínculo inicial, y también una reproducción a posteriori de esa misma ruptura pero en el plano de la elaboración, en dónde lo que se pretende es reiterar la misma situación y reproducir la dinámica infantil. El hombre es una criatura que reproduce activamente lo que ha vivido pasivamente, y aquí hay varias cosas en este otro párrafo: "Es en este macho en quien pienso para que se vuelva a dejar franelear por Paola. Sé que los dos lo van a disfrutar, porque es un reencuentro que yo sé que los dos anhelan, aunque a duras penas ella se anima a reconocerlo". Es hermoso lo que nos está diciendo el escritor y tiene la pureza y la frescura de una elaboración interior ante la pérdida del vínculo. Está buscando que lo que en el comienzo fue una ruptura en su vida, sea ahora el motivo de un reencuentro, aunque ella a duras penas comprenda lo que en verdad está sucediendo en él.

Una cosa importante que, además, tiene el relato, en forma complementaria al argumento, es la fuerza fenomenológica de lo que plantea. Le es más importante al escritor contarnos lo que él siente y como lo ve, que describir o tratar de que aparezca lo que a él le sucede por factores externos. Es una manera introversa de ver el mundo y de captar las cosas por la forma en que se dan y siendo sensible al sujeto, al otro como persona. Así nos dice: "Su sonrisa de superioridad me obliga a bajar la mirada.", en una perfecta, exacta y objetiva descripción fenomenológica de lo que ocurre en él.

También nos enteramos que: "Mientras subimos en el ascensor, sin intercambiar palabras, no puedo dejar de pensar en el pito que debe tener. De reojo, le miro el bulto". Aquí, como se puede apreciar, se unifica todo lo que venimos viendo: masoquismo, voyeurismo, bisexualidad, al punto de que hace pensar que en realidad no son las mujeres las que tienen envidia al pene solamente, sino también los mismos hombres, en lo que tienen de femenino.

"Entramos, yo primero", nos dice poniendo en evidencia la posición masoquista y subordinada: está en su casa y el otro cierra la puerta como un amo que dijera: "pase, pase...está en su casa". Luego nos cuenta y describe la siguiente escena: "Paola, vestida con un pantaloncito de tela muy delgada y suelta, pasa corriendo a mi lado entre grititos de alegría y corre a colgarse de su cuello, como si fuesen dos primos queridos, como si yo no estuviese. El también la abraza. Permanecen unos segundos callados, mirándose a los ojos, apreciándose mutuamente después de varios años. Finalmente, y sin decir una sola palabra, él inclina su rostro hacia el de Paola, y se besan muy dulcemente".

Aquí se pueden destacar varias cosas importantes: En primer lugar, es un reencuentro simbólico de sustitutos vicarios: "mamá se reencuentra con papá", podríamos leer, pero no es eso, únicamente, lo que sucede. Si fuera eso solo, carecería de valor erótico y, sin embargo, lo tiene y es muy fuerte: es algo más que una mera sustitución vicaria de las imágenes parentales primeras: es el fin de una amenaza instintiva que acosa y mortifica y el comienzo de la realización de un deseo pulsionado en forma, medio incestuosa. Lo central, lo que unifica la resolución del conflicto interno es la aceptación del otro como otreidad en tanto juegue el rol de macho Alpha; macho dominante. En esa aceptación funciona algo más que lo que venimos diciendo: hay un reencuentro interior con la certeza, la confianza y la seguridad que ese macho Alpha puede darle y ofrecerle. No es que quiera acostarse vicaria y sustitutivamente, con la madre, sino que ofrece su novia simbólicamente a un padre, para verla "cómo si fuesen dos primos queridos", es decir en el nivel de igualdad en que no la puede ver ante él, como no la pudo ver a la madre. Sería algo de eso: algo medio incestuoso.

Él tenía un plan, y los acontecimientos llevaron las cosas a otro terreno diferente. El plan era clarísimo y perfecto: se iban a disponer de tal manera que "él, inmóvil, -el invitado- la dejaba hacer". Permitía que ella se lo coja.

Es importante esto, puesto que tanto el común de los hombres, como de las mujeres piensa en forma unidireccional al respecto: Todos dicen: "a tu mujer te la cogieron, ¿permitís que se cojan a tu mujer?", cuando en realidad todos sabemos que quien gobierna el vínculo instintivo y lo posibilita es la mujer y no el hombre. Es ella quien elige con quien y no al revés. El escritor por lo tanto es realista, y nos está diciendo a su manera: "mi novia se coge a otro hombre y eso exige que el individuo se quede inmóvil y la deje a ella hacer lo que ella sabe". La exactitud al respecto es llamativa: hasta al swinger típico le cuesta aceptar que no es él quien liga, sino ella "la que se coge a otro hombre".

Es interesante la visión que nos ofrece este relato por la manera novedosa de enfocar la relación humana. El ex novio de su novia le desbarata los planes; entra como elefante en bazar; se excita, -asume el rol de tercero en la pareja- y lo asume correctamente. Porque hay una cosa que es evidente; si ese hombre es serio, educado y respetuoso sencillamente, no es potente; si en cambio es impulsivo, fuerte y transgresor es potente sexualmente. Las dos cosas, bien lo sabemos, prácticamente no existen y por ende, nadie quiere terceros. Porque el triángulo es lo conflictivo en sí.

Lo dice claramente: "se sentó con ella encima de mi sillón", esto es, invadió su espacio vital y fue a ocuparlo y sustituirlo

Más claramente se expresa luego: "No supe que decir, me quedé parado como un imbécil, mirándolos; mirando cómo él le empezó a sobar la cola, las tetitas, el cuello, y cómo ella le lamía los labios; le desabotonaba la camisa y le chupaba los pezones; mientras él le metía un dedo grandote en su vagina.".

Cómo se puede apreciar la escena es deliciosa, no es nada improbable que se le llene el correo electrónico de pedidos mendicantes de hombres solos, del tipo: "Podes contar conmigo, no te viene bien repetirlo otra vez" y cosas así. Pero lo que importa es la captación del hilo conductor que unifica el relato: "me quedé parado como un imbécil", es bien ilustrativo de que el voyeurismo y el masoquismo, en un punto, al menos en una especial configuración del deseo, se dan la mano. Lo que en realidad suele ocurrir por lo general es al revés: es el tercero invitado quien tiene problemas de erección para realizar esa fantasía y suele ser el novio o marido quien se luzca allí, aunque hay casos en dónde el nerviosismo puede jugarle una mala pasada a cualquiera.

Aquí se invierten las cosas, el invitado es tan potente como transgresor. Luego nos dice :"Me siento al lado de ellos y ante la evidencia del placer de mi novia, no tengo otra opción que reconocer que ella se lo va a coger de nuevo, rompiendo nuestro trato, que sólo implicaba masturbarlo a lo sumo".

Es un poco infantil querer predecir el comportamiento, tanto el propio como el ajeno en una situación así pero, si se lo piensa bien, no difiere sustancialmente de las formas generales de infantilismo que tiene el común de los buscadores de Internet. Lo interesante aquí es que reconoce que ella es quien coge cuantas veces quiere y que el trato que rompe, no es la exclusividad sexual, confundida con fidelidad –mentalidad del común de la gente que piensa que son la misma cosa y que para ser fiel hay que ofrecer exclusividad sexual-; no, aquí ya hay una asunción de que la exclusividad sexual no tiene importancia a los efectos de la fidelidad, el trato que rompe es otro; es no haberlo, simplemente masturbado.

Llama la atención esta forma de encarar las cosas, porque en el común de la gente lo que se dice encubre lo que le sucede. Dice: "Me defraudaste en el amor", pero lo sostiene cuando el otro anda mal de dinero; aquí es al revés: "me defraudaste al cogértelo, ¿no habíamos quedado que solo lo masturbabas?". Es el mismo mecanismo de defensa –la racionalización- pero debilitada de su carga y su coraza.

Luego, nos muestra su bisexualidad y masoquismo: "Le saco los pantaloncitos y entonces escucho la voz de su ex ordenándome que le baje los pantalones. Lo hago. Sigo lamiendo a Paola. Peor ahora; la verga de este flaco está cerca, peligrosamente, cerca de mi cara. La tiene super parada y es enorme. La agarro y la refriego contra los labios mojados de mi amada novia. Ahora entiendo porque ella se entrega de esa manera: yo también lo haría si fuese mujer". Lo que indica que masoquismo, voyeurismo y bisexualidad pueden ser lo mismo y nos estaría, solamente faltando una palabra específica para definir esa totalidad.

Lo que da a entender que no es la homosexualidad latente, sino más bien la bisexualidad masculina lo que aquí está en juego es lo siguiente: "yo también lo haría si fuese mujer". Cómo soy hombre, no lo hago: Si se lo piensa bien en materia de sexo oral ‑que es lo se viene a plantear- ¡Qué no puede hacer un hombre con otro, que no haga una mujer y que lo conduzca al lamento, que él también, lo haría si fuera del otro sexo! Es otra cosa lo que ocurre: lo latente es la bisexualidad que, en la realización de un deseo, aflora y se pone de manifiesto.

Sabemos que el deseo profundo de toda niña es succionarle el pene al padre y que esta es una de las claves para entender el misterio de la femineidad: el escritor capta perfectamente, lo que le falta para introyectar una mujer dentro de él: succionarle el pene a otro hombre y hacerlo queda, sumisa y mansamente.

El relato nos da la prueba de su veracidad cuando dice: "En una de esas, la super pija, roza mi labio inferior. Me pasó la lengua y siento un gustito salado". Es evidente que lo que probó fue el líquido seminal, y no el semen propiamente dicho. La próstata y las vesículas seminales, producen el líquido seminal, que en efecto, se reporta de sabor salado, al ser conducido por el tubo uretral, por donde también, circula la orina con el mismo sabor.

El semen, propiamente dicho, que además del liquido seminal, contiene también los espermatozoides, se reporta en la mayoría de los casos, de sabor agridulce; sin embargo, dicho sabor, depende del individuo y su dieta alimenticia y si está medicado. Luego afirma que el macho dominante le desprecia su sumisión "mientras yo observo, y su varón se deja coger.". Aquí está clara la introyección, ella se los está cogiendo a los dos; al macho dominante y a él, que es quien mira despreciado en su sumisión.

Finalmente nos dice: "Quiero que cojan en mi habitación, mientras yo duermo al pie de la cama como un perro, si es que deciden dejarme mirar", lo que esta indicando que la mortificación narcisista de la escena primaria y su peligro instintivo está ubicada en el plano del masoquismo moral, el voyeurismo y la bisexualidad latente, todo junto a la vez.

En conclusión, ésta es una de las piezas más importantes que se han escrito por varias razones:

· 1º) Por la concentración de cosas correctamente dispuestas.

· 2º) Porque va directo al punto pulsional que sostiene la mortificación interior que está en la base de la mayor resistencia de todas: la resistencia masculina.

· 3º) Por el carácter introvertido del relato, en dónde el sujeto es quien impresiona moralmente al individuo y lo condiciona, lo inferioriza y domina.

· 4º) Porque si bien la posición masoquista es fingida, encubre el instante previo mediante el cual la posición sádica –humillar a otro hombre delante de su mujer- comienza a transformarse en lo contrario.

· 5º) Porque dispone toda la constelación de cosas que está en la oposición masculina al intercambio y los tríos y que se encubre generalmente diciendo: "mi mujer no participa, ella no quiere" y el argumento si bien es cierto, resulta demasiado interesado para ser creíble. Aquí aparece el fondo de la resistencia masculina. La transformación en lo contrario de los celos y su pasaje a la morbidez de un deseo semi incestuoso, supone una humillación en el sentido clásico: ser iniciado es llevar con uno mismo ese tatuaje moral bajo el cual hemos sido vapuleados. Entonces, no es que "mi esposa no quiere", es al revés, "soy yo quien no acepta, ella lo capta y si lo hiciese, lo realizaría con cualquiera, pero no se animaría nunca a llevarlo a cabo conmigo". La razón de esto es muy simple: ella lo humillaría por atrás, pero le cuesta entender que él quiera que lo hagan junto a él. A la mujer no le cierra la nueva posición masculina y se opone a eso.

· 6º) El final: "Quiero que se cojan en mi habitación..." es bien ilustrativo de lo que ocurre, no alcanza con querer, hay que poder.

· 7º) Porque expresa una conversación interna: Es el diálogo del hombre con su sombra. En el pasado implicaba un filosofar, hoy significa armar un relato que va, no ya de un simple recuerdo encubridor, sino de una representación imaginativa mortificante, al fantasma y de éste a la figura geométrica –mandala- que gobierna el movimiento, en este caso el trío, el triángulo inicial.

· 8º) Porque no toda fantasía merece realizarse: Si se tiene la fantasía de tirarse de un noveno piso, alguien tendrá o bien que permitir el suicidio o tratar de evitarlo: Si se tiene la fantasía de matar a la propia madre o al padre, no porque se tenga esa representación hay que facilitar que la fantasía se realice y concrete.

El relato en realidad se traiciona a sí mismo cuando empieza diciendo : "Mi fantasía es..." y termina al final expresando: "Quiero que él se quede....", porque lo que lo caracteriza y lo distingue de los demás no es eso precisamente, sino lo contrario: Hay aquí, una forma de decir que hubo un cambio de posición, que tiene necesidad instintiva de encontrar a su superior y hermanarse con la novia, convertirla en alguien "maternalmente emputecido" o "puta en la cama, madre durante el día". Sería más apropiado que dijese al comenzar: "Mi preocupación durante mucho tiempo fue tratar de lograr que un buen macho llegase a mi casa, para que se deje acariciar y lamer por mi novia en mi presencia" y que terminara diciendo: "Logré ese día que él se quede toda la noche. Alcancé que se la coja y duerman a pata tendida, y que se la coja en cada habitación de la casa, pero me falta que cojan en mi habitación, mientras yo duermo al pie de la cama como un perro; si es que deciden dejarme mirar, como por suerte pude esta vez.". Ahí sí, hay un cierre fenomenológico del relato: no se trata de hacer realidad una fantasía; de lo que se trata es de alcanzar un nuevo estilo de vida.

Más allá de eso el relato es fundamental leerlo y analizarlo bien. Se podría decir mucho más, pero no hace al hilo de Ariadna que lo conduce y unifica.

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