domingo, 5 de septiembre de 2010

El cuento de orgía

El cuento de orgías.

Orgía viene del latín. orgĭa, y este del griego y se refiere a las fiestas de Baco entre los romanos y de Dionisos entre los griegos.

Para participar en una orgía se necesita:

· Vencer la resistencia y perder el miedo, la timidez y la vergüenza que se sienten al comienzo.

· Buscar la forma de intervenir encontrando el modo de ubicarse.

· Imaginar y ver qué posiciones sexuales funcionan y cuáles de ellas son las más aptas para encontrar placer.

· No ser celoso, en caso de que participe una persona querida.

A nivel sexual, se puede hablar de orgía cuando participan cuatro o más personas. Implica compartir una fantasía sexual en común.

Hay quienes sostienen que para que se pueda llamar orgía, propiamente dicha, el grupo debe ser de por lo menos 5 personas, incluyendo como mínimo a 2 individuos de cada sexo (o sea 2+3 y no 1+4); dado que de ser de otro modo se lo debería llamar sexo grupal.

Dentro del sexo en grupo se habla de Gang Bang cuando una persona ya sea hombre o mujer, mantiene relaciones sexuales con varias, pero por turno.

El Gang Bang de triple penetración es un tipo particular de orgía en la que participa una mujer y por lo menos tres hombres o en donde participa sólo un hombre y tres o más mujeres.

Con respecto a las orgías en dónde interviene una mujer con tres hombres, se introducen penes al mismo tiempo en la boca, vagina y ano de la mujer.

Es un hecho que las orgías si bien pueden ser tanto heterosexuales como gay, suelen crear el escenario que facilita la bisexualidad.

***

El relato erótico que con el tiempo se le ha considerado un género en sí mismo, nos va dando cuentos que no sólo permanecen por su valor literario, sino que valen también, como reflejo de cómo se ha vivido el sexo en las diferentes épocas. Esta capacidad que tiene, la sigue ejerciendo hoy en día en Internet.

El cuento de orgía es el más amplio de todos, puesto que caben allí todas las posibilidades y narrar una fiesta supone hacer intervenir en el relato toda la sensibilidad sensorial: vista, oído, olfato, tacto y gusto.

El siguiente cuento firmado por pacosoft, denominado Obras en casa, publicado en http://www.todorelatos.com/relato/53680/ nos dice: Isa se pudo dar cuenta de como los tres hombres miraban disimuladamente las voluptuosas formas que su ligera bata transparente de estar por casa, apenas podía esconder.

Notó una ligera humedad en su entrepierna al sentir que era atractiva para los tres obreros.

Los hombres trabajaban en el techo del balcón e intentaban reparar los daños que el frío y la humedad del invierno habían provocado.

Isa no se había puesto la ropa interior; se sentía cómoda desnuda debajo de la ligera bata, pero esto hacía que sus pechos se movieran con libertad y se dibujaran perfectamente bajo la tela.

Los dejó trabajando en el balcón mientras ella limpiaba por la casa.

Quizás halagada por sentirse deseada se agachaba más de lo que era necesario para que la falda se levantara por detrás y los tres hombres pudieran entrever sus bien redondeadas nalgas.

Se puso a limpiar el polvo de los muebles inclinándose lo suficiente para que los obreros pudieran ver sus grandes tetas a través del escote.

Frotaba con brío los muebles para que sus tetas se movieran.

A media mañana los tres obreros estaban suficientemente calientes como para mostrar una erección más que considerable.

Pararon a comer el bocadillo y ella les ofreció unas cervezas.

Estaban sentados en la mesa de la amplia cocina y deliberadamente Isa tomó las jarras que se encontraban en el estante más alto de forma que su bata se levantó hasta dejar ver completamente, su culo sin ninguna tela que lo tapase.

El más joven de los tres hombres estaba sentado muy cerca de donde ella se encontraba y no tuvo ninguna dificultad en alargar la mano y acariciárselo.

Isa se quedo quieta, por unos momentos dudó entre darle una bofetada o seguir allí de pie permitiendo la caricia.

Su calentura pudo más que ella y permaneció sin moverse, esperando.

Como impulsados por un resorte los tres hombres se levantaron inmediatamente y la rodearon.

De un tirón abrieron su bata de la que saltaron sus grandes pechos y quedó expuesto su sexo completamente depilado.

Sin mediar palabra empezaron a acariciar todo su cuerpo.

El más joven bajó rápidamente la mano hasta su sexo húmedo y empezó a acariciar su clítoris con maestría.

Estaba asustada e intentó frenar aquello, pero los tres hombres ya se encontraban completamente lanzados y continuaron sobándola.

Mientras uno agarraba sus pechos con fuerza el joven seguía trabajando en su clítoris.

Uno de los que la acariciaban cambió de objetivo y empezó a toquetear su nalgas con fuerza, las separó diestramente con una mano, mientras con la otra acariciaba su ano.

Entre los tres la sujetaban con fuerza de forma que ella no podía moverse.

La agarraron con decisión entre los tres y la arrastraron hasta la fuerte mesa de madera que había en medio de la cocina.

La tumbaron boca arriba y uno de ellos metió la cabeza entre sus piernas empezando a lamerle el sexo mientras los otros dos se aplicaban a sus tetas.

Al cabo de un rato los dos que trabajaban sus pechos se sacaron las vergas y le obligaron a agarrarlas una en cada mano.

Ella instintivamente, empezó a menearlas apretándolas muy fuerte. El trabajo de la lengua en su coño había hecho su efecto y estaba excitada por completo.

Uno de ellos la agarró del pelo y acercó su pija a la boca empujando con brío y se la metió hasta la garganta.

Sin soltar la otra, comenzó a lamer y a chupar aquel rabo de considerable tamaño.

Al cabo de un rato el que estaba al otro lado de su cabeza tiró del pelo haciendo que una morcilla saliera para meter otra e iniciar una lenta penetración en su boca.

El que estaba lamiendo notó como Isa alcanzaba el primer orgasmo y aceleró el ritmo haciendo que ella se corriese de una manera salvaje.

Sin solución de continuidad se puso de pie y de un solo empujón se la metió en el coño.

Isa gimió con la boca llena de leche.

Empezó a bombear y cuando Isa se acercaba de nuevo al orgasmo se miraron los tres y se entendieron sin decir una sola palabra.

Uno de ellos se colocó debajo y la hizo sentarse encima de su poroto a horcajadas de forma que su culo quedaba bien expuesto.

El otro se subió a la mesa y se la metió en la boca mientras el tercero empezó a apretar su chorizo contra su culo, abriéndose camino lentamente.

Una vez que Isa estuvo penetrada por sus tres agujeros, los tres hombres acompasaron su ritmo.

Isa encadenaba un orgasmo detrás de otro.

Al cabo de un rato cambiaron de posición y siguieron bombeando.

Isa mojaba con sus jugos las piernas del que tenía debajo mientras gemía sin sacar el miembro que tenía en la boca.

Notaron que se acercaban al orgasmo y salieron los tres de adentro de ella.

Isa se quedo encima de la mesa a cuatro patas, desmadejada y llena de sudor; se había corrido muchas veces pero cada nuevo orgasmo le hacía subir un grado de calentura.

La tomaron enérgicamente y la hicieron arrodillarse entre los tres de forma que sus pitos quedaban a la altura de su cara.

Empezaron a restregárselos por la cara de ella.

Isa abría la boca intentando meterse una, pero ellos se hacían de rogar.

De pronto, uno de ellos empujó con fuerza hasta su garganta.

Isa agarraba una verga con cada mano mientras chupaba otra.

Alternaba los miembros de los tres hombres con grandes y profundas chupadas, levantaba sus pollas para lamer los testículos y volvía a chupar.

Tomó dos pijas y se las metió a la vez en la boca paseando su lengua por los dos glandes enrojecidos.

Alternó otras dos y repitió la caricia.

Las tres se empezaron a poner muy duras y Isa supo que se iban a correr de un momento a otro.

El primero soltó un gran chorro de esperma que manchó su boca y su cara.

El segundo acercó su rabo a la cara de Isa y lanzó su semen directamente dentro de la boca. Ella casi atragantándose lo dejó resbalar por su barbilla hasta sus tetas.

Miraba al que quedaba directamente a los ojos, mientras se la chupaba con fuerza.

El hombre no pudo aguantar más y lanzó su corrida a la cara de la mujer.

Ella no había parado de menear ninguna de las tres y podía sentir como perdían dureza entre sus dedos.

Cuando las tres estuvieron flácidas se levantó y se fue a la ducha.

Al volver los tres hombres estaban sentados comiendo su bocadillo como si nada hubiera pasado. Estaba tan atontada que por un momento, no supo si había sido una fantasía o realmente todo aquello había ocurrido. Una gran sensación de irrealidad la invadía, como si comenzara a volverse parte de un pasado lejano, lo que recién había vivido.

Al acabar el bocadillo volvieron a su trabajo, terminaron y se fueron.

Isa los despidió con cara de circunstancia y cuando se cerró la puerta se recostó a dormir, como si todo aquello no hubiera sido cierto.

Como se puede apreciar, a los efectos del cuento es irrelevante la cantidad de personas que participan, lo que importa es la dinámica del sexo grupal. Conviene a los efectos de la dinámica del relato, iniciar el planteo por un caldeamiento previo, seguir luego con formas de acción no específicas, pasar a modos de comportamiento específicos y desembocar en un desenlace final, en dónde cada individuo juega un rol, en el clima general que el grupo genera. Conviene también, a los efectos de la descripción, conocer las diversas posiciones del Kamasutra y describirlas, eligiendo aquellas que nos resultan mejor.

Veamos, en el cuento Orgía, de ErotikaLectura, publicado en http://www.todorelatos.com/relato/52850/ como funciona la dinámica del sexo grupal:

"Cuando él me expuso su fantasía de organizar una orgía en la que yo fuese ofrecida a quienes quisiesen poseerme, me excité tanto que comencé a ponerme un poquito nerviosa.

Tardó más de lo que había pensado en preparar aquella 'fiesta' y pasé las semanas de espera en un estado de nerviosismo y excitación constante, pero aún así seguía sin querer conocer ningún detalle.

Cuando todo estuvo preparado y la fecha fijada; me preguntó si estaba decidida a hacerlo; intentaba asegurarse de que aquello no influiría en nuestros sentimientos, ni afectaría a nuestra relación.

Me tranquilizó; me quería; lo pasaríamos bien juntos de una forma distinta y no habría problemas por ello.

Pero según se acercaba el día señalado, mi seguridad se tambaleaba y aquella misma mañana lo hubiese anulado todo de no ser por la terrible decepción que le hubiese causado.

Así que, en vez de confesarle mis dudas, le pedí que estuviese siempre conmigo, pendiente de mí.

Como respuesta me dio un beso rápido, me sonrió y dijo ¡Vamos a pasarlo genial, ya verás!.

Había alquilado para ese fin de semana un caserón alejado de la civilización pero acondicionado con todas las comodidades.

Cuando llegamos y lo vi me quedé impresionada.

Era muy antiguo, parecía un museo por los tapices y adornos que decoraban las distintas habitaciones.

Aunque nuestra 'fiesta' no era hasta el sábado por la noche, habíamos decidido irnos el viernes después del trabajo para dormir allí y aprovechar para cambiar de aires, hacer una excursión por los alrededores, dónde nos habían comentado que había parajes preciosos, y comer en un restaurante muy recomendado en todas las guías de ocio situado en un pueblecito cercano.

El viernes gastamos el tiempo en inspeccionar la casa y acomodarnos en ella.

Metimos las provisiones que habíamos comprado en la nevera y en la despensa, deshicimos nuestras bolsas, nos preparamos una cena ligerita que tomamos en el porche y vimos una peli en una pantalla de esas gigantes y con sonido envolvente que habían instalado en uno de los tres salones que tenía la casita.

Casi ni esperamos a que terminase la película para acostarnos de lo cansados que estábamos.

La cama era grande y cómoda, aunque un poco blanda para mi gusto, que estoy acostumbrada a colchones más firmes.

A pesar de eso, y de que me suele afectar muchísimo cualquier cambio en mi entorno a la hora de dormir, caí rendida casi nada más acostarme.

Me desperté sobresaltada creyendo haber oído un ruido y tardé un momento en darme cuenta de dónde estaba.

Las contraventanas no cerraban del todo y un rayo de luz de luna entraba en la habitación.

Me dio un escalofrío y me arrimé a Marcos, que dormía profundamente.

Estaba a punto de dormirme de nuevo cuando volví a oír algo; me asusté pensando que alguien había entrado en la casa a robar.

Tengo miedo –dije‑ en un susurro mientras agarraba su brazo y daba tironcitos para despertarle sin conseguirlo.

Me acurruqué más aún a él y me dispuse a escuchar atentamente cualquier ruido sospechoso al tiempo que pensaba lo estúpido que había sido ver una película de suspense precisamente aquella noche.

Una nube cubrió la luna y la habitación se oscureció.

Marcos se revolvió tras de mí, como si soñase y pareció darse cuenta de que estaba pegada a él, porque pasó un brazo alrededor de mi cintura atrayéndome contra su cuerpo.

Mi espalda presionó contra su pecho, mis nalgas contra su vientre y mis piernas se enroscaron en las suyas.

Su mano se deslizó bajo mi camiseta y encontró uno de mis pechos, el mmmm que salió de su garganta me excitó tanto o más que su mano explorando mi piel.

Mis pezones mostraron su agradecimiento contrayéndose y endureciéndose; pasé un brazo hacia atrás para acercar su cabeza a mi cuello y entonces él, en un movimiento rápido, dejó mi teta y agarró mi mano empujándome y echándose sobre mí.

En un instante me vi bocabajo, con las manos aprisionadas por las suyas e inmovilizada bajo su peso.

___Ahora ya no tienes que temer nada -me susurró al oído‑ con una voz distorsionada por el sueño. .

Me soltó para sentarse sobre mis glúteos; me quitó la camiseta; apartó el pelo de mi cuello y acarició mis brazos y mi espalda con delicadeza y atención, como si quisiese aprenderse mi cuerpo; como si no lo conociese ya de sobra.

Cada caricia me provocaba un escalofrío y me excitaba de una forma exagerada.

Mi pubis se aplastaba contra las sábanas y mi deseo me llevaba a intentar moverme aunque sólo fuese unos milímetros para sentir algún roce en aquella zona mía tan necesitada.

No sé si notó mi desesperación y quiso complacerme o si se la contagié y quiso complacerse a si mismo; la cuestión es que sin más preámbulos; sin ningún aviso ni paso previo se bajó de su asient; me abrió las piernas; echó la braga a un lado y me penetró.

Sus manos se clavaban en mi espalda y su verga en mi alma porque eso era lo que me parecía, que me penetraba hasta el alma.

Sus embestidas rápidas y profundas y sus manos dosificando mi respiración con su implacable presión hicieron que me corriese gritando contra la almohada.

Mañana más - oí que me decía‑ aún con la verga dentro de mí, pero ya sin moverse.

Y así me dormí.

Cuando desperté él estaba en la ducha; el sol se adivinaba a través de las rendijas de las contraventanas y yo me encontraba feliz.

Pasamos la mañana en plan de turistas por el pueblo; paseando entre sus antiguas calles y curioseando en sus tiendecitas de artesanía.

Comimos maravillosamente, en el restaurante que habíamos reservado y volvimos a casa para descansar un poco y prepararnos para la noche.

Decidí quedarme en el porche leyendo un rato mientras Marcos se tiraba en el sofá a ver la tele.

Después de llevar casi veinte minutos leyendo una y otra vez el mismo párrafo, no me enteraba de nada; por más empeño que ponía en concentrarme en el libro, no podía dejar de pensar que en unas horas estaría practicando sexo con un montón de extraños.

Se me ocurrió que no estaría de más que fuese pensando en lo que me pondría, porque la verdad es que había traído la bolsa llena de ropa interior sugerente con la idea de decidir en el último momento lo que me apetecía para la ocasión.

Subí a la habitación dispuesta a probarme tangas, sujetadores y medias hasta que me cansase.

Estaba ya medio desnuda cuando vi algo escrito con carmín en el espejo del tocador.

"Para que no tengas miedo, mi amor", leí y extendida en un pañuelo rojo había una cadena con un precioso y elaborado colgante de plata; en el centro del adorno había una piedra ensartada de tal forma que giraba cuando la rozabas.

Mirándola fijamente, daba la extraña y placentera sensación de que cambiaba de color por momentos. Era difícil quitar los ojos de ella.

Me encantó el regalo.

Desnuda, con antifaz, colgante y zapatos, nada más; algo me decía que ésa era la mejor forma de presentarme aquella noche.

Y decidí probar cómo me sentiría con ese aspecto. .

Me puse el colgante, los zapatos y saqué el antifaz que me cegaba y que tenía preparado para la noche; todavía tenías mis dudas sobre si ponérmelo o no.

Me lo puse para probar, no veía nada; intenté imaginar qué aspecto tendría; quise suponer que existía gente a mi alrededor mirándome; traté de imaginar las escenas que se iban a dar esa noche y que yo iba a vivir a través de mis cuatro sentidos restantes.

Empecé a excitarme.

Busqué la cama a tientas y me tumbé en ella mientras mis manos se deslizaban sobre mi cuerpo.

Vinieron a mi mente las caricias de la noche anterior y pensé en cuánto había estimulado aquella aventura que íbamos a cumplir, lo que ahora era el deseo entre nosotros.

Habíamos pasado una mala racha hacía unos meses y ahora todo aquello parecía olvidado.

Mientras mis pensamientos divagaban por esos derroteros una de mis manos acariciaba mi colgante nuevo haciendo girar aquella piedrecita entre mis dedos.

Sentí un roce en mis piernas y me sobresalté.

Oh no!, me he quedado dormida.

Mi primera intención fue quitarme el antifaz, pero alguien me lo impidió agarrando mis manos para ayudarme a ponerme en pie.

Me parecía que no era Marcos, aunque no estaba segura.

¿Qué hora será? ¿Habrán llegado ya los invitados? Intenté tranquilizarme y pensar con calma.

__Es preciosa - creí entender que decía en un susurro‑ la persona que me agarraba las manos.

__Y nos está esperando - otra voz‑; ésta la situé detrás de mí.

__Es generoso compartiéndola - dijo una mujer.

Me pregunté cuántas personas habría en la habitación y dónde diablos andaba metido Marcos.

No me atrevía a hablar, aunque la verdad es que tampoco sabía qué decir.

Los nervios me comenzaron a invadir y decidí quitarme el antifaz para tener más control sobre la situación, pero justo cuando iba a hacerlo, me besó.

Un beso de esos nuestros; de esos que hacía tanto tiempo que no nos dábamos; un beso cargado de ternura, erotismo, pasión y deseo; de esos que hacen desaparecer el tiempo y el espacio; de esos que acaban siempre con un suspiro.

Fue entonces cuando bajó su mano desde mi nuca, que era dónde había permanecido durante nuestro beso, hasta la mitad de mi espalda, y allí la dejó.

Alguien me agarró por los tobillos y me abrió las piernas; unas manos comenzaron a recorrerlas de forma lenta y acariciante.

De pie en esa postura me sentía expuesta y observada y la situación me excitó.

Oía voces a mí alrededor, pero todo el mundo hablaba muy bajito y no entendía las conversaciones; me los imaginaba a todos hablándose al oído, en susurros.

A las caricias de esas manos se unió una boca a la que se le antojó besarme el ombligo; primero de forma tímida y luego ya más apasionadamente, introduciendo su lengua en el orificio y agarrándome de las caderas para imitar los movimientos del acto sexual.

Pensar que aquella persona ‑creo que era una mujer‑ deseaba penetrarme el ombligo y resultó muy gracioso.

Pronto estuve rodeada de gente..

Sentía manos por todos lados y al notar mi evidente excitación, esas manos y sus dueños perdieron el respeto y delicadeza que inicialmente demostraban y se atrevieron a invadirme y explorarme por completo.

Escuchaba sus jadeos mientras distintas bocas se alternaban para besarme.

El olfato se me agudizó y el aroma de sexo, saliva y sudor empezó a afectarme también.

Mordiscos, lametones, besos, roces y caricias se colaban por cualquier rincón de mi cuerpo.

El placer era inmenso; mi primer orgasmo no tardó en llegar y mis jadeos y convulsiones no hicieron más que animar a algunas de aquellas personas a correrse también.

Aquella mano que se diferenciaba del resto por ser mi punto de amarre, decidió entonces bajar hasta mi cintura.

Me rodeó con sus brazos y el resto de las personas se apartaron de mí.

Me tomó en brazos y me dijo al oído: Espero que te haya gustado, los he traído para ti.

He leído en tu mente, he visto tus deseos.

Yo haré que se cumplan todos.

Te quiero.

- y me resultó tan extraño que no reconocí ni su voz.

Me tumbó en la cama y me hizo el amor.

No sabía dónde se había metido el resto de la gente; no me importaba; me daba igual que estuviesen mirando o que hubiesen desaparecido.

Fue algo inolvidable.

Quedé tendida en la cama; paladeando aún aquella experiencia maravillosa y las sensaciones que aún no se habían apagado del todo en mi cuerpo y mucho menos en mi mente.

No sabía dónde había ido Marcos.

Al cabo de un rato, me quité el antifaz y me encontré sola en la habitación; estaba todo patas arriba.

Me sorprendió que no fuese noche cerrada; debía ser más pronto de lo que pensaba o mucho más tarde.

Justo cuando me levantaba se abrió la puerta y entró Marcos.

Me he quedado dormido.

- y mirando a su alrededor sorprendido: - ¡Vaya desorden! ¿Qué has estado haciendo? ¿Te tienes que duchar todavía? Va a empezar a llegar la gente y nosotros sin preparar.

¿La gente? - no entendía qué quería decir.

Nena, que son las nueve, espabila.

- y echándome un segundo vistazo - Bonito colgante.

¿Es nuevo? Me dio vértigo.

Miré al espejo de la cómoda y sólo vi un borrón de carmín.

Con una aprensión tremenda, me quité a toda prisa la cadena del cuello y la tiré sobre la cama.

Tenía miedo de haberme vuelto loca.

Marcos se metió en el baño y yo me quedé allí de pie intentando aclararme.

Marcos,¿me has hecho el amor hace un rato? - me decidí a preguntarle.

¿Has tenido un sueño erótico? - dijo asomando la cabeza.

¿Y lo de anoche también fue un sueño? - el corazón se me iba a salir por la boca.

¿Anoche también? Pues vaya, sí te sienta a ti bien la emoción de la espera, ¡haberlo sabido antes! - dijo partiéndose de risa.

La gente llegó. La fiesta se convirtió en orgía; esta vez sin antifaz.

No me atrevía casi ni a parpadear por si perdía contacto con la realidad, lo veía todo como a cámara lenta.

Hice todo lo que me solicitaron; me dejé hacer de todo; vi a Marcos con otras, con otros; le vi mirándome mientras disfrutaban de mí.

Los invitados perdieron todo pudor y se vivieron escenas tremendamente morbosas.

Pero yo no sentí nada.

Parece lógico después de lo que acababa de pasarme, sí.

Lo inquietante es, que a raíz de ese día no he vuelto a sentir placer ni a disfrutar a no ser que lleve puesto el colgante.

Han pasado dos meses.

Mi relación con Marcos se ha roto. Piensa que fue por la orgía, que me afectó demasiado.

Se siente culpable, por más que le digo que no es por él.

Igual es mejor así, me resultaría imposible explicarle lo que me pasa; bueno, ni a él ni a nadie.

¿Cómo podría explicar que vivo obsesionada de esta forma? ¿Que estoy convencida de que mi amante perfecto es un ser irreal? ¿Cómo puede alguien comprender que se pueda amar a un fantasma? ¿Cómo?.

Si no lo comprendo ni yo.".

Este cuento tiene varias características que lo distinguen:

En primer lugar:

· Habla la voz femenina.

· Importa lo emocional más que lo corporal.

· No describe minuciosamente lo que ocurre, sino el conjunto de miedos, dudas, incertidumbres que una mujer suele tener al respecto.

· Se asume como fantasía interna para algo que realmente ocurrió y condujo a la ruptura de la pareja.

En segundo lugar:

· Sigue la dinámica del sexo grupal. Caldeamiento inespecífico, específico y comentarios y análisis.

· La dinámica es vivida desde el punto de vista interior.

· Alarga las formas inespecíficas al darle una inflexión al relato que lo divide en dos. Como lo vive y lo siente el viernes y luego el sábado.

En tercer lugar organiza la dinámica en pequeños bloques autónomos:

Un primer nivel de caldeamiento inicial en dónde Marcos le expone la fantasía de organizar una orgía, y pasa semanas de espera en un estado de nerviosismo y excitación constante. Él le garantiza que la quiere, y que la orgía no influiría ni en los sentimientos, ni afectaría la relación. Pese a eso, ella seguía sintiéndose insegura.

Un segundo nivel de caldeamiento inespecífico genérico, en dónde hay un tiempo que gastan el viernes en conocer el caserón, la zona, visitar el restaurante muy recomendado. Siente ruidos y se inquieta.

Un tercer nivel de caldeamiento inespecífico que va tomando forma en dónde Marcos la abraza; mantiene una relación con ella y le asegura que no tiene nada que temer.

Luego viene una segunda parte en dónde al otro día pasean, comen, ella lee mientras él mira televisión, pero no podía concentrarse de solo pensar lo que pocas horas después ocurriría.

Aquí en la segunda parte –el sábado‑ se reinicia el proceso anterior:

Un caldeamiento inicial en dónde ella busca las mejores ropas para la "fiesta". Allí vio escrito "Para que no tengas miedo, mi amor" y había una cadena con un precioso y elaborado colgante de plata.

Un caldeamiento inespecífico genérico en dónde se imagina lo que se iría a poner y comienza a excitarse, hasta que de pronto siente un roce en sus piernas y se despierta. De pronto, alguien le impide quitarse el antifaz y siente voces piropeándola. No se atrevía a hablar y tampoco sabía que decir. Alguien la besa con un beso conocido, le agarra de los tobillos y le abre las piernas. Estaba de pie, expuesta y observada. Oía voces que hablaban bajito susurrando a su alrededor. De pronto alguien le besa el ombligo, introduciendo su lengua en el orificio y tomándola de las caderas. Supone que era una mujer.

Luego viene un caldeamiento inespecífico que va tomando forma y entonces siente manos por todos lados que pierden la delicadeza y se atreven a invadirla y explorarla por completo. Toda la sensibilidad sensorial se pone de pie: escuchaba jadeos, el aroma del sexo, la saliva y el sudor. También, mordiscos, lametones, besos y a nivel táctil, roces. Él le habla a ella y le dice que espera que le haya gustado y lo haya pasado bien.

La manera de terminarlo el cuento, es bajo la forma de un comentario de carácter analítico, en dónde venimos a enterarnos que era un sueño y la fiesta en realidad recién comenzaba. La orgía propiamente dicha, es apenas contada y narrada. Hubo de todo, los invitados perdieron el pudor, pero ella no sintió nada. Luego nos enteramos que dejó con Marcos; qué él cree que fue por la orgía y ella sigue sin saber la causa de la ruptura. Todo le indica que prefiere amar más a un fantasma y que disfruta más en la fantasía que en la realidad.

El cuento pone la expectativa de un acontecimiento inminente por encima del acontecimiento propiamente dicho y encierra otro mensaje subyacente; no es tan fácil encontrar pareja para hacer orgías y menos, pareja estable.

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