lunes, 6 de septiembre de 2010

El cuento de dominación

El cuento de dominación.

Dominación y Sumisión, conocida también bajo sus siglas D/s, refiere a un conjunto de conductas, hábitos y prácticas sexuales orientadas en relaciones de mutuo consentimiento, que conducen al dominio de un individuo sobre otro en un ambiente erótico. Sexualidad extrema o no convencional es un nombre que se le suele, también, dar. Consiste en transferir poderes en forma voluntaria en una situación de consenso y aceptación. Este traspaso de poderes Erotic Power Exchange (EPE) o Intercambio Erótico de Poder, supone que una parte ejerce el papel de dominador y la otra el de ser dominado.

Algunas de las actividades sexuales que abarca el término, como es el caso de la humillación, el dolor, la sumisión y demás, no podrían ser comprendidas si se hace abstracción con lo que genera placer mutuo en una pareja específica, porque sin esa disponibilidad recíproca, sería un acto de violencia del uno sobre el otro. Mientras se vive la sesión, los participantes acuerdan algunas pautas para posibilitar que dichas actividades sexuales se realicen en función de lo que las partes han convenido. Se pretende que las cosas ocurran de un modo seguro, sensato y cuerdo.

Seguras, en cuanto al conocimiento necesario sobre su desarrollo y sobre el material usado, así como sobre la prevención de riesgos.

Sensatas, en cuanto a la capacidad razonable de decisión por parte de los actores, no alterada por drogas o bebidas y acorde con la experiencia de cada participante, sabiendo diferenciar fantasía y realidad.

Consensuadas, en cuanto a que los participantes estén de acuerdo sobre la forma e intensidad con la que se realicen, e igualmente que dicho acuerdo pueda rescindirse en cualquier momento

Hay en esto un riesgo asumido y consensuado cuando se viven prácticas de sexualidad alternativa, como lo son la dominación, el fetichismo, el sado‑masoquismo y el bondage –placer por ser atado‑ . Quienes van a eso deben evaluar y asumir los riesgos de lo que están haciendo.

Dado que hay un componente fantasioso y mórbido, muchas veces, surge una protesta por parte del participante sumiso, y por ende, se fue haciendo necesario crear un conjunto de códigos de comunicación que le permitiera a este dejar claro cuando su protesta es real y expresa verdaderamente el deseo de ponerle fin. También es necesario que quien ejerce el rol de dominador pueda entender este código y diferenciarlo del falso no, no, que podía ser un código que formaba parte de lo que se había acordado previamente. La solución, fue lo que se llama Palabra de Seguridad. Puede ser un vocablo cualquiera que se pronuncia rápidamente y es fácil de ser entendido o que tenga un significado específico para quien lo debe recordar.

La palabra-código, como también se le dice, es empleada por quien juega el rol de sumiso, para expresar de un modo instantáneo que el umbral, lo que se hace o el escenario que se está ambientando, no es de su agrado y que quiere ponerle fin. Un código consiste en respetar, que en cualquier instancia, la parte que juega el rol de dominador, considerará dicha expresión y respetando lo que se le está pidiendo, clausurará la actividad. Esto significa que debe existir un nivel importante de confianza entre los miembros, puesto que quien tiene la decisión de interrumpir lo que está haciendo, cuenta con un poder sobre el otro y por ende, puede traspasar límites no deseados por el sumiso.

Las prácticas más comunes suelen ser:

· Bondage (atamientos, con rituales o no).

· Cera (derramada sobre el cuerpo).

· Pinzas (colocadas generalmente en lugares eróticos; pezones, zona inguinal y demás).

· Rituales de sumisión, de humillación.

· Flagelación erótica.

· Sexualidad dirigida.

· Uso de señales como el collar de sumisión.

· Códigos de vestimenta (renuncia al uso de prendas de lencería interior, pantalones en mujeres que les gusta jugar un rol sumiso).

· Prácticas de sexo extremo (lluvia dorada).

Con respecto a la extensión de esta práctica sexual, un informe realizado sobre universitarios americanos llegó al resultado de que un 15% de los interrogados reconocían fantasías de esta índole, porcentaje que llegaba al 21% en las estudiantes bisexuales y lésbicas.

Por lo general y variando con respecto a los criterios que se utilicen en cada encuesta específica, los datos ofrecen un porcentaje de entre el 8 y el 25% del total de la población euro‑americana que demuestran interés por esta práctica. Un estudio del Institut für rationale Psychologie realizado en 1999 arribó a la conclusión que entre un 65% y un 70% de las mujeres encuestadas deseaban ocasionalmente experimentar la sumisión sexual ante sus parejas, mientras que más de un 40% aceptaban relaciones claramente BDSM. Estos resultados son similares a los alcanzados en otros lugares. Así, en España, las encuestas realizadas sobre el tema parecen refrendar los obtenidos en otras encuestas europeas; un 23% de los hombres y un 19% de las mujeres admitía haber realizado algún tipo de práctica de esta índole, mientras que un 33 y un 45%, respectivamente, tenían simplemente fantasías. Entre quienes lo practicaban, un 65% afirmaba tener relaciones de dominación y sumisión, mientras que un 17% se reconocían como practicantes del sado masoquismo. En lo atinente a los roles, un 32% de los varones y un 11% de las mujeres que practicaban BDSM y aceptaron un rol particular en la encuesta realizada, se consideraban preferentemente dominantes, mientras que un 33% y un 72% asumían que adoptaban actitudes fundamentalmente de sumisión . Un 23% y un 9%, afirmaban que intercambiaban los roles de dominación a los de sumisión respectivamente.

En el cuento erótico de dominación y sumisión lo que se explota como tema no son historias de sesiones necesariamente, sino aquella forma en que a alguien le ocurrió algo que implica una expresión del masoquismo moral.

Así, en Luna de Miel, Bilbo, de Galicia publica en http://www.todorelatos.com/relato/53534/ y nos cuenta que:" Habíamos ido a pasar nuestra luna de miel a un complejo hotelero del Caribe. Un paraíso en el que se desarrolló una de las experiencias más excitantes de nuestra vida. Eva, mi mujer, tenía entonces 24 años. Morena y bajita, tenía un cuerpo de curvas rotundas, un culito respingón y unos pechos grandes, coronados por unos pezones sonrosaditos... y muy sensibles.

La segunda noche fuimos a la disco del hotel. Ella llevaba un vestido verde, largo, pero con una insinuante raja en el costado, que dejaba entrever sus piernas. La blusa era de botones y, después de insistirla mucho, dejó abierto un botón más de lo normal, de forma que se insinuaba el comienzo de sus tetas. Por una concesión muy trabajada, conseguí que fuera sin sujetador. Estaba preciosa.

Si ya de por sí la disco era oscura, con el segundo mojito la verdad es que no veía a tres metros. Por eso no me di cuenta de las miradas de los tres tíos que estaban en la barra, dirigidas directamente a los pechos de mi mujer, que, según me confesó luego, sentía como si la desnudaran con los ojos.

Cuando empecé a besarla en el cuello, noté una respuesta más acogedora de lo habitual. Eso me animó a lamerla hasta la orejita, mientras le acariciaba la cintura, subiendo lentamente a sus pechos. Los acaricié en su base, pero al subir a sus pezones, los noté terriblemente erectos, marcándose de forma descarada en su blusa. Eva empezó pronto a gemir, por eso me sorprendió que me intentara parar. Déjalo ya, cariño, nos pueden ver.

Mi primer error fue no hacerle caso. Seguí lamiendo su orejita, animado por sus suspiros, e incluso me animé a meter la mano dentro de la blusa, para sobar sus pezones. Ella tenía la cabeza vuelta hacia la barra, e intentó pararme de nuevo cuando empecé a acariciar sus muslos, subiendo lentamente por su pierna. Intentó avisarme de nuevo, pero en ese momento me sobresaltó una voz ronca.

Hola, señores, ¿recién casados?

Uno de los tipos, el más maduro se había acercado hasta nuestra mesa. Era un tipo grande, delgado, de unos 50 años, con una seguridad en sí mismo apabullante, que nos hablaba a los dos, pero sin apartar la vista de Eva, que le miraba con un brillo extraño en los ojos.

Espero que estén bien en mi hotel pero si necesitan algo... si no pueden dormir bien... o la cama no les parece lo suficientemente cómoda, no duden en avisarme. Me llamo Jorge.

Mientras hablaba, el tipo se sentó al lado de Eva, que se removió inquieta en el sillón, como intentando pegarse más a mi, aunque no pudo evitar que le rozara con una de sus enormes manos.

Es..tamos bien, gracias, balbuceó mi esposa, con una voz tímida que me sorprendió en una mujer habitualmente firme y segura.

El asintió, sonriendo, e ignorándome por completo se dirigió ya directamente a ella:

__Cómo te llamas, preciosa?

Eva, contestó mi mujer, que se olvidó incomprensiblemente de presentarme.

Escocido, me levanté del sillón y les dije que iba al servicio. Ese fue mi segundo error. Había cola y cuando conseguí entrar lo hicieron a mi lado dos camareros del hotel, riéndose.

___Has visto al jefe?, seguro que tenemos esta noche carne fresca.

Volví a la mesa, y noto a mi mujer nerviosa, acalorada, con la respiración agitada. Jorge le había pasado una mano por detrás del asiento y la otra estaba en su muslo, pero rozando el de mi esposa, que se asomaba por el lateral del vestido, bastante más abierto que cuando me fui.

Jorge me miró, sin perder esa sonrisa de suficiencia, atino a decir:

___Le envidio, su mujer es deliciosa.

Yo intenté sonreír también, pero me quedé helado cuando vi como su mano se aposentaba decididamente en el muslo de mi mujer, mientras se inclinaba sobre ella para besarle en la comisura de su boca. Como a cámara lenta, el hombretón deslizo su mano por el muslo, hasta perderse dentro de la abertura de la falda de Eva, que también se quedó inmóvil, paralizada por la sorpresa.

Lejos de reaccionar, mi esposa echó la cabecita hacia atrás, con los ojos cerrados y la boquita entreabierta mientras el cerdo le lamía los labios. Entonces, me miró, como suplicándome perdón, y se le escapó un gemido profundo cuando el cerdo le metió la lengua en la boca. Tampoco yo fui capaz de reaccionar cuando noté que la otra mano pasaba del respaldo del asiento al hombro, y de ahí a apoderarse de una de las tetas de mi mujer, aún por encima de la blusa.

___Sí, es una mujer deliciosa, repitió con descaro.

Mi pobre Eva intentó parar la mano entre sus muslos, pero su resistencia era menor ante la fuerza del tipo que estaba ya totalmente echado sobre ella, lamiéndole el cuello, desabrochando su blusa, sobando sus tetas, pellizcando sus pezones..

___Cariño...mmmmmm...no..... puedo.... me ...está dedeando.

___Ahhhhhhh.

Jorge movía ya su otra mano entre las piernas de Eva a un ritmo constante, dentro, fuera, dentro de nuevo, y a cada movimiento mi esposa soltaba un grito de placer.

___Me penetra....con los dedos... ahhhhhhhhhh.

Entonces el muy cerdo se rió abiertamente: esta putita se está corriendo, noto sus espasmos en mis dedos. Debía ser verdad, porque Eva levantaba la pelvis cada vez más, al ritmo que le marcaba esa mano que entraba y salía cada vez más fuerte debajo de su falda, y me sujetaba fuerte los brazos mientras se convulsionaba entre jadeos, hasta quedar medio derrengada en el sillón.

Sólo entonces pude ser consciente del entorno. Los dos camareros del servicio se habían acercado y la miraban mientras se acariciaban los bultos por encima de los pantalones.

Intenté levantarla: vámonos, mi amor, vamos a la habitación, pero debía haber comprendido que no habían terminado con ella. Jorge se sacó la polla, la sujetó por la cintura y, de un golpe, la hizo caer sobre su rabo.

___Ahhhhhhhhh, me rompe...no..... ahhhhhhh... por favor......ahhhhhhhhh.

___Perdóname, amor...ahhhhhhh... no puedo evitarlo..., suspiró Eva disfrutaba mientras el tipo la tenía bien sujeta por las tetas, se las estrujaba, las amasaba; gozaba mientras la hacía subir y bajar sobre su rabo. Ella cerró los ojos, y soltó un nuevo gemido gutural cuando Jorge la hizo descender de nuevo, hasta el fondo, ensartada.

Entonces se acercó uno de los camareros, con la polla en la mano. Sin miramientos, la sujetó la cabeza y se la colocó en los labios. Ella los tenía entreabiertos y, para mi sorpresa, mi recatada esposa, que nunca me la quería chupar porque decía que le daba asco, sacó su lengua y empezó a lamer la carne que le ofrecían.

Lo cierto es que estaba descontrolada, botando sobre un pollon gigantesco, mucho más grande que el mío, con otro rabo entrándole en la boca, cogiendo al camarero por las nalgas, como si temiera que se le pudiera escapar: Con las tetas al aire y su coñito casi virgen roto, Eva tuvo un nuevo orgasmo, mientras temblaba todo su cuerpo, simultáneo al de Jorge, que en ese momento empezó a soltar gritos bestiales mientras la llenaba de leche.

___Toma puta, toma, toma.

___Te voy a preñar, zorra.

El semen le salía a borbotones del coño, deslizándose por sus piernas, mientras el otro se corría también, en su boca. Un chorro dentro, que no consiguió tragar entero, pero el segundo en su cara, y el tercero sobre sus tetas.

Sólo entonces la soltó Jorge y yo me apresuré a abrazarla. Eva temblaba aún, y gemía, con los ojos cerrados, bañada en leche; cuando la levanté y la llevé en brazos vi su cabeza reclinada en mi hombro, pidiéndome perdón con voz dulce, hasta nuestra habitación.".

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